Transpersonal

“Volvemos a buscarlo”*

CELEBRAR es “festejar algo que lo merece”, “alabar o elogiar a alguien”, “mostrar o sentir alegría o agrado por algo”, o “ensalzar públicamente a un ser sagrado o a un hecho solemne, sea religioso o profano, dedicando uno o más días a su recuerdo”.

Kokopelli

La memoria autobiográfica es uno de los pilares de nuestro bienestar y depende de si la vivimos conscientemente o no cuando la experimentamos que sintamos que nuestra propia experiencia vital y historia de vida nos sostiene y nos fortalece más o menos (mira aquí).

Recordar episodios autobiográficos positivos mejora nuestra autoestima, nuestro estado de ánimo y nos activa áreas cerebrales importantes, como el hipocampo, la amígdala o la ínsula (mira aquí). Cuando no los recordamos de forma vívida se nos activan otras áreas, y recordamos de manera más distante y separada de nuestro “yo soy”.

Cuando vivimos con el “piloto automático”, sin consciencia ni presencia en lo que estamos viviendo, nuestro cerebro produce una amnesia de lo que hemos vivido.

Si bien sabemos que somos más que sólo “yo”, las memorias evolutivas, colectivas o transpersonales del “nosotrxs somos” circulan, se expresan y están accesibles a nivel personal, en nuestro cuerpo, mente, esencia y vínculos y relaciones.

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Celebrar tiene un gran impacto en las personas, en los grupos y en las comunidades. Literalmente “hace maravillas en nuestro cuerpo”. Nuestros cerebros están diseñados para ser sociales y la necesidad de contacto humano es mayor que la necesidad de seguridad.

Hay estudios que han encontrado qué sólo conversar sobre celebrar eleva el nivel de oxitocina, la serotonina, la dopamina y las endorfinas (mira aquí).

Celebrar ayuda a satisfacer nuestras necesidades de inclusión, de pertenencia, de creatividad, de reconocimiento, de confianza en nosotrxs mismxs y en lxs demás. Nos cohesiona y nos despierta sentimientos y predisposición a colaborar entre nosotrxs (mira aquí).

*frase de Wolfram Schultz, investigador de la Universidad de Cambridge

Los rituales son actos humanos que nos hacen la vida festiva, mágica y duradera, ya que los rituales ni se consumen ni se gastan sino que se practican y disfrutan.

La evidencia histórica muestra que juegan un papel importante en la vida y evolución humana. Se considera que ayudan a comprender la ciclicidad de nuestros procesos y de la Naturaleza y que son esenciales para el desarrollo y salud de nuestra vida social y vincular, entre otras.

Están llenos de simbolismo y su repetición favorece que nos enlacemos y nos unamos. Desde antiguo, los símbolos sirvieron para que las personas se reconocieran.

Símbolo viene del griego symbolon: originariamente «contraseña» y unía a las gentes entre sí.

En ese mutuo reconocimiento de lxs que se intuyen iguales nace parte de nuestra capacidad para crear vínculos cercanos, íntimos y sinceros, y de abrirnos a personas que quizás nos resultan extrañas a priori.

Celebrar nos brinda sensación de estabilidad y de continuidad, nos vincula con el pasado y nos hace custodixs de lo valioso para entregar a las generaciones venideras. Dicen que transforma el neutro y desapasionado “estar en el mundo” en un cálido y enriquecedor “estar en casa”.

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Yana Yacumama by Pablo Amaringo

La desaparición de los rituales es considerada una de las patologías del presente. Disponer de símbolos que permiten reconocernos hace que podamos distinguir y apreciar la continuidad de nuestras relaciones. Si se pierden, mucho de nuestro mundo se perderá también.

Hoy el dolor y la muerte (en todos sus significados, no sólo físico) tienen un lugar periférico, o no tienen lugar. A través de legitimar la aspiración ilusoria a una felicidad constante hemos desarrollado una fuerte intolerancia al dolor, incluso hay quien auténtica fobia. Esto genera una lucha diaria con partes de nosotrxs mismxs, con sentimientos o pulsiones sanadoras, con crisis existenciales, con el “soltar y dejar ir” o con los procesos de desintoxicación y transformación vitales y naturales que nos pertocan y nos pertenecen.

Perseguir la ilusoria felicidad cada instante sin atravesar unas cuantas crisis también crea un estado de anestesia permanente.

Vivir de espaldas al dolor y a

la muerte, combatiéndolos y permanentemente, hace que nos resulte muy difícil empatizar con el dolor de lxs otrxs y no permite que nuestros vínculos y relaciones se transformen, nazcan o renazcan.

Las sociedades premodernas tenían una relación íntima con el dolor y la muerte. No se ocultaban, no se silenciaban; se enfrentaban a ellos con dignidad. Formaban parte de la vida y por eso no eran «ni mejor ni peor».

Ten en cuenta que la digitalización hace desaparecer las cosas y las convierte en datos, o en comunicación vacía y sin comunidad: vacía de simbolismo. Así nos vamos quedando solxs y huérfanxs de memoria. Así hemos de ir con cuidado; ni tanto ni tan poco.

Los rituales permiten que nos encarnemos y que habitemos nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra esencia en el presente, en lo que estamos viviendo, en consciencia y juntxs, sin la ilusión de separación o de soledad.

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